La reina Gorgo de Esparta. Apuntes para una biografía - Mi Rincón de Arte ,Cultura, Pintura, Escultura, MLDC e Historias Fascinantes 2025

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sábado, 1 de junio de 2024

La reina Gorgo de Esparta. Apuntes para una biografía

 

Gorgo Reina de Esparta

Nacida en el 506 a. C., fue la hija del rey de Esparta Cleómenes I y esposa del rey Leónidas I. Fue de las escasas mujeres griegas en desempeñar un activo papel político en la época clásica y la más conocida de las mujeres espartanas. Fue la única en ser hija de un rey de Esparta, esposa de un rey de Esparta y madre de un rey de Esparta.

La mayoría de los libros y manuales de Historia Antigua ignoran o no hablan de la reina Gorgo de Esparta. La reina Gorgo fue, primero, esposa y, después, viuda del rey Leónidas, el héroe de las Termópilas (480 a. C.), que, además, era su tío carnal porque en las dos dinastías espartanas reinantes (Agíadas y Europóntidas) la endogamia era algo habitual y muy frecuente. Sin embargo la Reina Gorgo es citada, con verdadera admiración, por autores griegos tan distintos como Heródoto de Halicarnaso y Plutarco.

En un lugar muy destacado tenemos a la reina Gorgo de Esparta. Gorgo fue hija del rey Cleómenes y esposa de Leónidas I, el famoso héroe de las Termópilas. Su nombre propio tiene un significado apotropaico, protector de la mala suerte (palabra que procede del griego apotros, cortar; o sea, cortar la mala suerte, proteger del mal de ojo, de los encantamientos...) 

Desde muy niña vivió en un ambiente de oscuras intrigas que protagonizó su propio padre. Extrañas maquinaciones y turbias intervenciones que iban desde manipular el sentido de los oráculos del templo del dios Apolo en Delfos (símbolo del panhelenismo), a intervenir en la orientación política de la ciudad-estado de Atenas, hasta llegar a acusar al otro rey de la diarquía espartana, Demarato, de la familia de los Euripóntidas, y lograr su destitución por el eforado. 

Desde muy niña la princesa Gorgo influía en su padre Cleómenes, que, a veces, se dejaba guiar por sus acertadas intuiciones, gran inteligencia, prudencia y sentido común. A los ocho o nueve años de edad, la pequeña Gorgo, logró que Esparta no se aliara con el depuesto tirano de Mileto, Aristágoras, y que rechazara una intervención militar en Asia Menor contra Persia. Sorprende la precocidad de la niña y su oportuna y sabia intervención. 

El tirano Aristágoras intentó sobornar al rey espartano, ofreciéndole hasta cincuenta talentos y la posibilidad de obtener un riquísimo botín. Cleómenes, por su parte, pudo ver lo arriesgado de la empresa en las costas de Asia y a “tres meses de camino” de tierra lacedemonias. Heródoto cuenta así la intervención de la pequeña Gorgo, una criatura bastante listilla y un tanto impertinente: 

(Aristágoras) una vez que, en calidad de suplicante, hubo entrado dentro, pidió a Cleómenes que hiciera salir a la criatura y que le prestase atención (pues resulta que junto a Cleómenes, se encontraba su hija, cuyo nombre era Gorgo; precisamente era el único vástago que tenía y, a la sazón, contaba ocho o nueve años de edad). Pero Cleómenes le invitó a decir lo que quisiera, sin verse coartado por la presencia de la niña. En esa tesitura, Aristágoras, sin más preámbulos, empezó a prometerle de entada diez talentos si accedía a sus demandas. Y, en vista de que Cleómenes rehusaba, Aristágoras fue aumentando progresivamente la cifra, hasta que llegó a prometer cincuenta talentos, momento en el que la niña exclamó

- Padre, si no le alejas de aquí, el extranjero podrá sobornarte. Entonces Cleómenes, a quien, como es natural, le había hecho gracia la sugerencia de la niña, se retiró a otra habitación, por lo que Aristágoras abandonó definitivamente Esparta. 

Heródoto nos hace ver que la única persona que tenía una gran influencia sobre el rey Cleómenes I era su propia hija Gorgo, una niña de unos ocho o nueve años que, algunos años después se casaría con Leónidas, hermanastro de su propio padre. Plutarco recoge otra anécdota protagonizada por la pequeña princesa relacionada, también, con el mismo aristócrata milesio: (Gorgo) cuando vio que a Aristágoras lo calzaba uno de sus servidores, exclamó: “Padre, el extranjero no tiene manos”. 

Esta divertida ocurrencia la menciona, también, Diógenes Laercio, lo que demuestra la gran popularidad de esta ingeniosa mujer laconia. Años más tarde la princesa Gorgo de Esparta se casó con su (medio) tío Leónidas, hermano, de parte de padre, de su propio progenitor, pues ambos eran hijos del ya citado rey bígamo Anaxándridas. Leónidas actúa de manera bastante similar a como lo había hecho su propio padre, pues los dos monarcas Agíadas se casaron con sus respectivas sobrinas carnales. Es impresionante la cerrada endogamia de la realeza espartiata. 

Normalmente cuando nos encontramos con la hija de un noble, o simplemente un ciudadano rico, nos hallamos ante una “epikleros” (o “epicleros”, según otras transcripciones más castellanizadas). La palabra proviene de la voz “kleros”, lote de tierra. Define la situación de las doncellas huérfanas y sin hermanos, que no podían ser propietarias directas de los bienes de sus padres, por su condición femenina, pero podían transmitirlos a sus hijos. De ahí la enorme importancia de la elección del marido, que había de pertenecer a la familia paterna, para que estos mismos bienes (los que fueran) no saliesen del propio núcleo familiar. 

En Esparta esta muchacha recibía el nombre de "patroûchos". Entonces el padre (en este caso concreto, el rey lacedemonio Cleómenes I) la casaba con un pariente muy próximo, soltero o viudo, generalmente un tío de la muchacha (su medio hermano Leónidas), para que el patrimonio familiar, o el título de rey (“Basileus”), no se disgregase y permaneciera, así, indisoluble... En estos casos lo familiar prevalecía sobre lo individual. Según Heródoto, el rey Leónidas accedió al trono por ser hermano de Cleómenes y por haberse casado con su hija Gorgo, por lo tanto, podemos pensar que en Esparta la mujer podía transmitir la realeza a su marido. 

La muerte del rey Cleómenes es un misterio no aclarado. Heródoto habla de suicidio, porque, dice el historiador heleno que 

Ya con anterioridad estaba bastante desequilibrado, sufrió un ataque de locura. 

Y porque, además, recibió el justo castigo de los propios dioses (Heródoto tiene una concepción teológica de la Historia) a causa del soborno de la Pitia de Delfos a quien había inducido a 

 Aquella respuesta en el asunto de Demarato 

Algunos espartiatas, en cambio, pensaron que la locura del rey Cleómenes era debido a que como 

Consecuencia del trato que mantuvo con unos escitas, se aficionó a beber vino puro y de ahí que se volviera loco. 

La afición de Cleómenes a la bebida debía de ser muy conocida por todo el mundo en Esparta. Gorgo, muy sutilmente, ya había indicado a su padre las negativas consecuencias que el beber mucho vino, sin medida y sin mezclar con agua, ocasionan a los seres humanos: 

En una ocasión, cuando su padre le ordenó que diese grano a un hombre a título de remuneración y añadió: “Pues me enseña a hacer el vino bueno”, ella respondió: “Sin duda, padre, que se beberá un vino mejor, y los que beben serán más débiles y peores”. 

El vino, don del divino Dioniso, es “un remedio para el pesar” y un goce dado a los mortales (Eurípides, Bacantes, 775), pero, también la causa de la locura (verso 200 y siguientes). Algunos historiadores sospechan que detrás del relato de Heródoto se esconde, en realidad, un asesinato encubierto. ¿Fue una venganza de Demarato que nunca se cansó de conspirar? ¿Fueron los éforos los que le asesinaron por su constante oposición y desafío a su poder? ¿Los propios espartiatas por considerarle un peligro para el Estado por su política imperialista y sus constantes intrigas y manipulaciones? ¿Pudieron estar involucrados sus propios hermanastros, Leónidas, que era también yerno suyo y que fue el que más de benefició con su desaparición, y Cleómbroto, en tramar su muerte, para vengar la de su hermano mayor, Dorieo, en tierras de la lejana Sicilia? 

El escritor y arqueólogo italiano Valerio Massimo Manfredi insinúa que la muerte de Cleómenes es una muerte sobre la que no se ha reflexionado lo bastante y que muy bien puede esconder una especie de suicidio ritual, semejante al japonés harakiri, con el que el monarca quiso "derramar su propia sangre de cara a su ciudad". 

El historiador y novelista británico Tom Holland, en su libro “Fuego persa”, acusa de la muerte de Cleómenes a sus hermanos, por parte de padre, Leónidas y Cleómbroto, pues ellos dos fueron: 

. “Hicieron que se le declarase demente y procedieron encerrarlo. Y nadie se sorprendió cuando, a la mañana siguiente, su cadáver fue hallado con tajos en las piernas, las caderas y el vientre, y en el suelo, a su lado, un cuchillo ensangrentado. El veredicto, aunque un tanto improbable, fue aceptado por todos: había sido un suicidio (…) Ciertamente, Leónidas, el nuevo rey, era el heredero de su hermano en más de un aspecto. Con la bendición del padre se había casado con Gorgo, la única hija de Cleómenes, una heredera tan rica como precoz había sido de niña. De todos modos, recién llegado al trono, y posiblemente manchado con un fratricidio, Leónidas era todavía como un misterio”. 

 (…) 

...”Una sangrienta conspiración, orquestada posiblemente por el propio mando espartano. En todo caso, Leónidas debió de haberse sentido implicado en el terrible final de su predecesor, ya que al fin y al cabo, Cleómenes era de su propia familia, y tal vez la sangre se hubiera lavado hacía tiempo, pero la opresiva y amenazante sensación de estar maldita aún pendía, tan cercana como el calor de agosto, sobre la ciudad de Esparta”. 

Después del fallecimiento de Cleómenes, una de las dos coronas de Esparta fue a parar a manos de Leónidas, que,  estaba casado con la inteligente princesa Gorgo y con la que tenía un niño pequeño, llamado Plistarco. Cuando Leónidas accede al trono, Gorgo debe tener unos veinte años. Leónidas reinó en tierras de Lacedemonia desde el año 488 a. C. hasta su heroica muerte en la defensa del Paso de las Termópilas, luchando contra los invasores persas, en el año 480 a. C. En vez de hablar de “corona” habría que considerar a la monarquía dual de Esparta (diarquía) como una especie de generalato vitalicio, según el filósofo Aristóteles. 

La reina Gorgo fue quien descubrió la forma de leer un mensaje de Demarato, oculto en una tablilla de madera, que recogía los planes del rey de los persas de invadir Grecia. Gorgo de Esparta se nos muestra como una mujer muy inteligente y experta en cuestiones de alto espionaje militar. 

Heródoto es quien nos relata este curioso acontecimiento: Resulta que, cuando Jerjes decidió llevar a cabo su expedición contra Grecia, Demarato que se encontraba en Susa, se enteró de lo que se proponía y quiso informar a los lacedemonios. El caso es que no podía alertarlos así como así (pues corría el peligro de que le pillasen), por lo que se le ocurrió la siguiente idea. 

Cogió una tablilla de doble hoja, le raspó la cera, y, acto seguido, puso por escrito los planes del monarca (Jerjes); hecho lo cual, volvió a recubrirla con cera derretida, tapando el mensaje, a fin de que el transporte de la tablilla, al estar en blanco, no ocasionase el menor contratiempo entre los cuerpos de guardia apostados en el camino. Cuando la tablilla llegó a Lacedemonia, los lacedemonios, no acertaban a dar una explicación, hasta que, según tengo entendido, al fin, Gorgo, la hija de Cleómenes y esposa de Leónidas, comprendió por sí misma la treta y les sugirió que raspasen la cera, porque encontrarían - les indicó – un mensaje grabado en la madera. Ellos entonces, siguieron sus indicaciones y pudieron descubrir y leer el mensaje, por lo que, acto seguido, informaron de su contenido a los demás griegos. Así es, en definitiva, como, según cuentan, sucedieron los hechos. 

Una escena como ésta sería impensable en la “liberal” Atenas. Su marido, el rey Leónidas, y los espartiatas que estaban al frente de las instituciones políticas y militares recurren a una mujer, casualmente la esposa de uno de sus dos reyes, la consultan, buscan su consejo y siguen al pie de la letra sus oportunas sugerencias. Y, enseguida, el enigma se aclara. El oculto mensaje de Demarato sale a la luz. Esta anécdota nos demuestra dos cosas: la profunda consideración y respeto de que gozó Gorgo en su ciudad y, también, la estima que le tenía su propio esposo, Leónidas, quien no dudaba en compartir sus tareas como rey con ella. 

Ante esta inminente invasión persa, los espartanos acudieron al Oráculo de Apolo en Delfos y allí escucharon este dramático vaticinio: 

La respuesta que recibieron de labios de la Pitia fue que Lacedemón sería devastada por los bárbaros o que su rey moriría. 

Esta respuesta la dictó a los lacedemonios en versos hexámetros y rezaba así: 

-“Mirad, habitantes de la extensa Esparta, O bien vuestra poderosa y eximia ciudad es arrasada 

Por los descendientes de Perseo, o no lo es; pero en ese caso, 

La tierra de Lacedemón llorará la muerte de un rey de la estirpe de Heracles. 

Pues el invasor no le detendrá la fuerza de los toros 

O de los leones, ya que posee la fuerza de Zeus. Proclamo, 

En fin, que se detendrá hasta haber devorado a una y otro hasta los huesos”. 

Después de escuchadas estas terribles palabras, la muerte de Leónidas, buscada por el propio rey Agíada, se convirtió en una especie inmolación, de autosacrificio voluntario, revestido de profundo contenido religioso (y militar), para lograr que se cumpliera la profecía de la Pitia de Delfos. 

En palabras del profesor Carlos Schrader: 

Leónidas decidió que el vaticinio se cumpliera en su propia persona: él sería el león y el rey a cuyo sacrificio hacía referencia el oráculo. 

Así lograría la libertad de su tierra, tal y como lo destaca Plutarco: 

Leónidas, que cumpliendo con el oráculo se ofreció en cierta manera en sacrificio por la salud de Grecia. 

No sabemos las razones últimas del sacrificio del rey Leónidas. Podemos pensar en una especie de “Devotio” real, de deseo de ver cumplido, y materializado, un oráculo délfico que, según algunos especialistas, tiene todas las características de ser un vaticinio “post eventum”. También se puede pensar que su sacrifico, su inmolación, en Las Termópilas, representa una total obediencia a las leyes de Esparta, leyes que se pueden resumir muy lacónicamente: victoria o muerte. 

Para el profesor Paul Cartledge lo más parecido al heroico comportamiento de estos Trescientos Espartiatas en las Termópilas se puede encontrar en el suicidio de muchos “kamikaces” japoneses en la Segunda Guerra Mundial: morir luchado, entrega total hasta el sacrificio de la propia vida, postura que también aparece en el código de honor de los samurais, el “Bushido” o “Camino del guerrero”. En este sentido, Heródoto recoge unos versos, que han sido atribuidos al poeta Simónides, y que constituyen un epitafio sobrecogedor: 

Caminante, informa a los lacedemonios que aquí yacemos 

Por haber obedecido sus mandatos (Heródoto, VII, 228). 

Un bello texto que nos recuerda otro del poeta romántico inglés Lord Tennyson: el epitafio de los caídos en la famosa Carga de la Brigada Ligera, en Balaclava, en la Guerra de Crimen: 

No nos correspondía a nosotros pensar el porqué, 

Nos correspondía cabalgar y morir. 

Hemos podido ver que Gorgo salva a Esparta en dos ocasiones: 

 En primer lugar impidiendo el soborno de Aristágoras de Mileto a su padre (Heródoto, V, 51). 

Y, en segundo lugar, descubriendo el mensaje escondido del rey Damarato. Gracias a su sagacidad la salvación de Grecia está en sus manos. También su tragedia personal: la muerte de su esposo Leónidas en la guerra. 

Y, sabiendo de antemano que los dioses olímpicos ya habían decidido su suerte, el rey espartano, como un héroe trágico, se despide de su joven esposa. Gorgo, a su vez, le recuerda sus deberes como soberano y como jefe del ejército: 

Cuando exhortaba a su marido Leónidas, que salía hacia las Termópilas, a mostrarse digno de Esparta, le preguntó que debía hacer ella. Éste le dijo: “Casarte con un hombre bueno y alumbrar hijos”. 

Después del dramático fallecimiento de su marido, la espartana Gorgo fue durante muchos años reina-regente, en la prolongada minoría de su hijo, el pequeño Plistarco. Regencia que compartió, primeramente, con su tío-cuñado Cleómbroto, y, después, con el hijo varón de éste, el general Pausanias, el vencedor de la célebre batalla de Platea contra los persas (479 a. C.), quien, también acabó siendo asesinado por los éforos, al acusarle de intentar cambiar el régimen político de Esparta, apoyándose en una rebelión de los esclavos hilotas, a los que había prometido la “ciudadanía”, y de pacto secreto con los persas (medismo). 

En medio de tanta intriga sangrienta y de tantas guerras, la prudente e inteligente Gorgo de Esparta, no sólo, logró sobrevivir, sino, también, brillar por su ingenio y sus oportunos consejos. Al parecer, fue “informadora” del propio Heródoto respecto a los complicados asuntos políticos espartanos. 

Si, como dicen los historiadores Luís García Iglesias y D. Harvey, fue ella quien proporcionó a Heródoto de Halicarnaso dichos datos, logró exculpar a su marido Leónidas de la muerte de su suegro y hermanastro Cleómenes. Y, no sólo eso, sino que, además, la segunda parte de su Libro VII es todo un impresionante y hermoso canto épico que nos cuenta la heroica lucha y muerte de su esposo Leónidas frente al numerosísimo ejército invasor medo[1]persa, personaje que pasa a convertirse en un auténtico mito popular, en un héroe legendario y ejemplar que da su vida por la libertad de su amado pueblo y de toda la Hélade. 

Leónidas no era un joven imprudente, hambriento de gloria, sino, como hemos señalado, un hombre que habría pasado la cincuentena, del que apenas sabemos otros datos, salvo que reinaba en Esparta desde hacía ocho años. Con su muerte en el desfiladero de las Termopilas se convirtió, para todos los griegos, en un héroe excepcional. Héroe que encarna, como nadie, las consignas guerreras cantadas por el poeta Tirteo: 

Pues es hermoso morir si uno cae en vanguardia

Cual guerrero valiente que por su patria pelea.

¡Adelante hijos de los ciudadanos de Esparta,

la ciudad de los bravos guerreros!

Con la izquierda embrazad vuestro escudo

Y la lanza con audacia blandid,

Sin preocuparos de salvar vuestra vida;

Que ésa no es costumbre de Esparta.
 

Consignas belicistas que el poeta Horacio convertirá en un tópico: “Dulce e decorum pro patria mori”. Morir por la patria, o lo que es lo mismo, por las mujeres que permanecen en ella, mujeres con vientres fértiles que dan abundante cosecha de hijos, tal y como se puede leer en los siguientes versos de Calino, en los que la patria se asimila con la madre y con la esposa, que los varones tienen que defender en el combate: 

(...) Porque es noble y glorioso que luche el hombre, en defensa

de su tierra y de hijos y esposa legítima,

con quien los ataca; y la muerte no habrá de venir

sino

cuando las Moiras la hilaren.
 

La reina Gorgo demuestra una profunda admiración por su marido Leónidas ¿también amor? ¿Qué diferencia de edad habría entre ellos, teniendo en cuenta que Gorgo podía tener apenas unos veintiocho años cuando enviudó y que su esposo, el rey Leónidas, era una generación mayor que ella, pues era medio hermano del padre de su esposa? El profesor Paul Cartledge nos dice que Leónidas debía tener unos cincuenta años en el año 480, por lo tanto y, teniendo en cuenta que los lacedemonios contraían matrimonio pasados los treinta, el famoso rey espartano se había desposado a una edad “sorprendentemente avanzada”. 

¿Se volvió a casar con un “hombre bueno”, tal y como le recomendó su marido cuando se encaminada hacia una muerte segura? Heródoto y Plutarco, que nos dan bastante información acerca de ella, no lo mencionan. Ambos autores solamente hablan de esta mujer como hija de Cleómenes y esposa de Leónidas. En todos sus textos se nos muestra como una mujer de gran personalidad, brillante, orgullosa, animosa y con gran sentido del humor, que responde con sentencias ingeniosas y contundentes, como toda buena espartana: 

Al preguntarle una mujer del Ática “¿Por qué, vosotras, espartanas, sois las únicas que gobernáis a vuestros hombres?”. Le respondió: “Porque somos las únicas que alumbramos hombres”. 

profesora Ana Iriarte "Nace de la sexualidad que ellas controlan y a través de la cual dominan a sus belicosos hombres". 

Y esta otra, que también tiene su gracia, ya que, en ella, ridiculiza a un varón de apariencia afeminada: 

A un extranjero que se presentó con un vestido adornado, lo empujó a un lado y le dijo: “vete de aquí. No vales ni en lo de la mujer”. 

Uno de los más célebres aforismos espartanas es atribuido a la reina Gorgo por Estobeo: 

Gorgo la lacedemonia, esposa de Leónidas, le dijo a su hijo cuando se marchaba al ejército, tras darle el escudo: "Con él o encima de él". 

Esta máxima resulta ser una de las más divulgadas. Plutarco la recoge como perteneciente a una mujer anónima que obliga a su hijo, con sus duras y lacónicas palabras, a que se comporte heroicamente en el combate: 

Otra, al entregar a su hijo escudo, le exhortó diciendo: "Hijo, o con él o sobre él". 

Para el arqueólogo y novelista italiano Valerio Manfredi este aforismo viene a ser una especie de fórmula ritual que formaba parte de la ceremonia solemne de la entrega de los escudos a los hijos, cuando tenían que partir para la guerra. Su significado es tremendo: es preferible que vuelvas muerto, como un valiente, transportado por tus compañeros de formación, sobre tu propio escudo, que vivo, pero transformado en un cobarde, que ha tenido que abandonar su puesto en la lucha y arrojar el pesado escudo para poder huir sin ningún impedimento. El dejar caer el escudo y huir constituía la más vergonzosa de las acciones, el deshonor más grande. Por esta razón poemas como éste de Arquíloco, que se burla de la moral agonal espartiata estarían prohibidos en una polis como Esparta: 

Un tracio es quien lleva, ufano, mi escudo: la eché, sin

pensarlo, junto a un arbusto, al buen arnés sin reproche,

Pero yo me salvé. ¿Qué me importa, a mí, aquel escudo?

¡Bah! Lo vuelvo a comprar que no sea peor.


Demarato buscó ayuda y protección en Persia y tuvo un destacado papel en las Guerras Médicas, al lado del monarca persa, Jerjes. Gorgo también vivió las intrigas protagonizadas por otros miembros de su propia familia, los Agíadas. Según nos cuenta Heródoto, su padre, Cleómenes, era hijo del rey Anaxándridas y de una segunda esposa que había tomado, obligado por los éforos, ante la sospecha, luego ampliamente desmentida, de que su primera mujer fuera estéril. Pero, al poco tiempo del nacimiento de Cleómenes, esta primera esposa tuvo, sucesivamente, tres hijos varones: Dorieo, Leónidas y Cleómbroto. Esta es la narración de Heródoto:

Cleómenes, rey de Esparta solo tuvo como descendencia una hija, la princesa Gorgo. Ella influía en su padre y a veces él se dejaba guiar por sus acertadas intuiciones, gran inteligencia, prudencia y sentido común.

Sus historias son recogidas por Heródoto y Plutarco. Nos hacen ver que la única persona que tenía una gran influencia sobre el rey Cleómenes I era su propia hija Gorgo. Una de ellas es cuando Gorgo que tenía ocho o nueve años de edad, le dijo a su padre que se alejara de Aristágoras, tirano de Mileto quien no paraba de intentar sobornar al rey aumentando la cifra cada vez más, gracias a esta oportuna y sabia intervención logró que Esparta no se aliara con Aristágoras, y que rechazara una intervención militar en Asia Menor contra Persia.

Otra anécdota protagonizada por la pequeña princesa relacionada, también, con el mismo aristócrata fue cuando vio que a Aristágoras lo calzaba uno de sus servidores, ella exclamó: “Padre, el extranjero no tiene manos”. Esta divertida ocurrencia es mencionada por varios historiadores, lo que demuestra la gran popularidad de esta ingeniosa mujer.



Textos tomados de:
 
Wikipedia: La Encyclopedia Libre: Gorgo


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