El arte salvadoreño y sus escenarios.

 


A pesar de la diversificación de los espacios culturales en El Salvador, no todos los públicos tienen acceso a manifestaciones artísticas de calidad. Hay una clara división entre el arte que llega a las comunidades y el que se presenta en grandes escenarios. Sin embargo, la remuneración de los artistas, en ambos casos, es muy baja.

La falta de un ministerio que ampare a este gremio y que garantice lo que la Constitución llama “el goce de la cultura”, hace que al arte le ocurra lo mismo que a la salud y la educación: su acceso es fragmentado y clasista.

CONTEXTO

Mural de artistas reconocidos que han pasado por el escenario del Teatro Luis Poma.

En lo que va del año, han sido asesinados dos artistas que trabajaban en la calle: el campeón nacional de freestyle, Antonio Martínez, y Ricardo Aguilar, un joven que se dedicaba a cantar en los buses. Ambos fueron asesinados a manos de pandillas.


Su profesión trae implícito el riesgo, pues su escenario es peligroso por sí mismo, pero no hay ninguna entidad que vele por la protección de estos artistas, a pesar de que son muchos en todo el territorio nacional.

Sin embargo, también es importante mencionar que existen avances en el campo de la cultura: se realizan numerosas presentaciones de artistas nacionales e internacionales y se han diversificado los espacios culturales, que, según el poeta Otoniel Guevara, “es una ventaja para el público, porque cuenta con un abanico de opciones para enriquecerse espiritualmente”.

Pese a este avance, el arte no llega con la misma calidad y velocidad a todas partes. La desigualdad en los espacios no se oculta. No es igual una presentación en un teatro que en la calle, tanto para los artistas como para el público.

“Hay un concepto de que lo popular es lo que no sirve”, dijo Guevara. En otros países eso no es así. Los espectáculos que se presentan en las plazas son de calidad y con más recursos. “Estamos naciendo en el tema de la gestión cultural en El Salvador. No tenemos nada garantizado. No hay recursos”, dice el poeta.

EL ARTE EN LOS GRANDES ESCENARIOS

Cierre del performance del grupo FreeStyle en memoria de los tres artistas asesinados a causa de la violencia pandilleril en nuestro país.

Escenarios elegantes, con luces y escenografía elaborada acunan muchas presentaciones de orquestas sinfónicas y grupos de teatro en El Salvador. Aunque no puede compararse con las presentaciones artísticas en países europeos, tiene atisbos de elegancia y acoge a los artistas en un escenario digno.

Sin embargo, no toda la población puede asistir a estos eventos, pues se realizan durante la noche y su entrada tiene un precio que no es accesible para todos. Tomando en cuenta costo y horarios, se puede establecer que es un arte que responde a un tipo de público específico.

Según el asistente de comunicación y dirección del Teatro Luis Poma, Alejandro Córdova, este teatro tiene como público clave o fiel “la clase media bastante sólida”.

Para ilustrar esto, Córdova explicó que “tres de nuestras cinco funciones semanales son nocturnas, a las 8:00 de la noche. Ya no hay transporte público a la salida de las obras. Entonces en definitiva eso nos hace limitarnos a público con vehículo”.

Añadió que “hay ciertas obras que son más de corte intelectual y otras que son más para todo público. Eso, como te digo, no es intencional de nuestra parte. No decimos ‘hagamos obras que sean más para gente intelectual, profesional u obras inclinadas para todo público’, sino que, cuando el espectáculo existe, nos damos cuenta de que es más atractivo para personas con formación académica superior, que es casi la mayoría de público del teatro”.

El hecho de cobrar por la entrada a una obra de teatro tiene que ver con la intención de que el arte se reconozca como una profesión. Córdova explicó que en algún momento se hicieron funciones gratuitas con apoyo con la Alcaldía de San Salvador, “pero no se trata de eso tampoco, porque aquí estamos hablando de profesionalizar el oficio. Esto significa educar al público para que pague como paga por cine”.

Pese a que los precios de la entrada al teatro pueden parecer altos, en relación al ingreso diario del salvadoreño común, Córdova explicó que se cobra menos de lo que se debería.

“Se ha hecho el cálculo exacto de cuánto costaría una butaca aquí. Sería de $15.00. Si vas al Teatro Presidente, a cualquier evento, eso cuesta $15.00. Es como lo normal en un teatro de gran formato. En otros países la entrada te cuesta como mínimo $35.00”.

Según el gestor cultural de la Casa del Escritor, Alberto López Serrano, “la gente está acostumbrada a no pagar por el arte, porque no lo ven como un trabajo, y para ellos es solo sinónimo de diversión”. Esta puede ser una de las razones por las que las personas prefieren asistir a otros espacios a pesar del costo y de la hora.

Córdova explicó que, a pesar de que en el teatro hay funciones en la tarde los fines de semana, la gente tampoco asiste. “Pese a que tenemos funciones nocturnas, tenemos funciones diurnas en sábado y domingo, los días que la gente sale. Es decir, cualquier persona puede. Por ejemplo, Metrocentro a las 5 de la tarde de un sábado está reventando de gente y aquí la función está a la mitad. Entonces, el acceso no es limitado, al menos físico. El acceso que sí está limitado, y que no es culpa del Teatro Luis Poma, es el acceso intelectual, emocional”, concluyó.

Los salvadoreños no exigen arte o no es una de sus actividades favoritas de entretenimiento. Otoniel Guevara afirmó que “cuando la selección juega a las siete de la noche, la gente se esfuerza, se organiza y va. Si les interesara el arte, harían los mismo para asistir a las presentaciones”.

“En la parte comercial de la cultura, sí me parece que los conciertos de Daddy Yankee, Gilberto Santa Rosa, Maluma y ese estilo tienen precios altísimos para la realidad de la mayoría, son programados tarde en la noche y, quién sabe cómo, la población asiste masivamente”, afirmó la gestora cultural Beatriz Alcaine.

EL ARTE EN LOS PEQUEÑOS ESCENARIOS

Malabarista que trabaja bajo los semáforos de las calles principales de San Salvador. El arte callejero también enfrenta el peligro de la violencia.

En El Salvador, un país con pocos recursos para el desarrollo artístico y cultural, el arte llega casi a todas partes. Sin embargo, varía la forma en la que llega. En las comunidades marginales es casi imposible ver un espectáculo de obras clásicas, escuchar una sinfónica o pagar $5.00 por una obra.

Lo que ocurre, más bien, es que grupos de artistas dispuestos a llevar arte hasta los lugares más remotos, arriesgan y llevan sus talentos hasta estos espacios por costos bajos o entradas libres.

El cantante de rap Snif, se dedica a cantar en los buses; aun cuando ha compartido escenario con artistas como David Guetta, afirmó que “la gente pobre no puede pagar arte. Nadie viene al Poma desde Mariona. Lo mucho que saben de teatro es la obra que los obligan a hacer en la escuela”.

Para contrarrestar esto, él y sus compañeros del movimiento hip hop se reunían los domingos en los parques a enseñar a otros jóvenes lo que sabían, sin ninguna remuneración. “Si un día muero, yo sé que aporté, y que aparte de dejar un disco, dejé a alguien más haciendo arte”, dijo Snif.

Una tendencia en el país que funciona para llevar el mundo artístico a la calle es el arte en los semáforos. Malabaristas y freestaleros se suelen presentar en espacios como estos por un cobro muy bajo.

Foto de Michelle Mangandy. El arte callejero
es una expresión no valorada.


“Estar bajo el semáforo es hostil. Hay que lidiar con el sol y el tráfico, con la gente que te grita y que no te pone atención, con tus mismos problemas. Si nos pagan, bien; si no, yo gozo en mi trabajo”, expresó un miembro del grupo Xtreme Freestyle de Soccer, José Luis Chavarría.

Muchos artistas hacen esfuerzos por su pasión. No obstante, hay una desigualdad evidente en las condiciones en que ellos trabajan y en lo que el público obtiene. “Desde tiempos antiguos, el arte de las plazas era para el vulgo. El vulgo que vea títeres, pero nosotros veamos sinfónicas. Es una división compleja de qué es arte para las masas y qué es para la gente privilegiada”, dijo Snif.

Sin embargo, actualmente se están haciendo esfuerzos por realizar eventos gratuitos en espacios accesibles, como los actos culturales que promueve la alcaldía de San Salvador, o las presentaciones con entrada libre en espacios de renombre que ofrecen muchos artistas salvadoreños.

POR QUÉ LLEVAR EL ARTE A TODOS LOS PÚBLICOS

Posterior a la presentación de la antesala de la obra «El Cavernícola», los miembros de FreeStyle pasan el sombrero para recoger dinero.

En el artículo 4 de la Ley de Cultura se establece que el acceso al arte y la cultura es un “derecho inherente a la persona humana” y, por lo tanto, es obligación y finalidad del Estado “proteger, fomentar, difundir y crear las condiciones para el desarrollo de los procesos culturales y artísticos impulsados por la sociedad, tomando en cuenta la diversidad cultural de los pueblos”.

Sin embargo, no son los grandes teatros los que llevan el arte a los pueblos o a las comunidades marginales del país. Esta labor se ha vuelto responsabilidad de la Secretaría de Cultura de la presidencia, a través de las casas de la cultura.

Según López Serrano, “estas casas son la red de transmisión de cultura más grande que tiene la Secretaría en el país, y de esta manera se está dando luz a las comunidades en El Salvador”.

De este modo, entidades gubernamentales como las casas de la cultura, a través del talento de numerosos artistas salvadoreños, llevan el arte a todo el territorio. En ausencia de un Ministerio de Cultura, la Secretaría ha asumido el rol de acompañar todos estos procesos, pues reconocen la importancia del arte en una sociedad.

Según el gestor cultural Ricardo Roque Baldovinos, el arte se puede ver “como un espacio donde se cuestionan las demarcaciones simbólicas vigentes y se ensayan nuevas formas de sentir y ser común”. Sin embargo, también afirmó que “el mundo del arte es una ventana importante para entender la fluidez social, especialmente en coyunturas de gran aceleración del tiempo histórico”.

En este sentido, el escenario cultural en El Salvador es el reflejo de las desigualdades que vive su sociedad. El arte llega casi a todos los lugares del territorio, pero, como ocurre en otros espacios, hay unos más privilegiados que otros.

No obstante, ni los artistas que llevan arte a las calles y comunidades, ni quienes se presentan en grandes escenarios, tienen recursos asegurados. Hay progreso en la gestión cultural, pero falta que se le dé al arte el lugar que le corresponde.

Para eso es necesario el respaldo jurídico, así como la existencia de instituciones de formación artística que sean de fácil acceso. Y, por supuesto, sigue haciendo falta el Ministerio de Cultura, que continúa siendo la ilusión de muchos intelectuales y artistas.

Crear un Ministerio de Cultura significaría tener un representante de la cultura en la cartera de ministros, quien tendría participación en la creación del Presupuesto General de la Nación, y además contaría con iniciativa de ley y acceso a la gestión de la cooperación extranjera.

Los artistas, según la escritora Jacinta Escudos, “tenemos que informarnos y conocer la versión aprobada de la ley, velar por su ejecución, pero, sobre todo, impedir que quede en el olvido”.

Algunos de los artículos de esta ley establecen el reconocimiento de los artistas como trabajadores culturales, y por tanto, la defensa de sus derechos, que no deben ser desconocidos para ellos. Así como la creación del Fondo Nacional Concursable para la Cultura. Elementos como estos, no deben obviarse.

También resulta importante fomentar una cultura que guste del arte, y para esto es necesario que los temas artístico-culturales sean incluidos en los programas educativos. El arte en El Salvador es una apuesta y una inversión con muchas más ganancias que otras inversiones que resultan ser solo gastos.

Invertir en programas destinados a la formación artística de jóvenes en los pueblos y comunidades probablemente significaría un ahorro en gastos de “seguridad pública” y programas de represión.

“El hip hop nos salvó de la violencia. Sin embargo, no había apoyo, y muchos empezamos a buscarlo fuera. Los que no lograron conseguir esos apoyos terminaron muertos”, afirmó Snif, quien creció en una “zona roja” o violenta. “A las clases políticas no les conviene que haya arte en las comunidades, porque el arte te despierta el pensamiento crítico”, concluyó el rapero.




Texto tomado de: https://comunica.edu.sv/archivo/facetas-del-arte-salvadoreno/



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